Pasmo

Dr. Luis Miguel Rionda Ramírez

En el Bajío estamos en pasmo ante la ola de violencia criminal que nos azota. El término “pasmo” se refiere, según el diccionario de la RAE, a la “admiración y asombro extremados, que dejan como en suspenso la razón y el discurso”, así como a la “rigidez y tensión convulsiva de los músculos”. Así percibo a nuestra sociedad y a sus gobernantes.

Este pasmo se alimenta cotidianamente con sucesos tan asombrosos como violentos como el cobarde asesinato de Guillermo Mendoza Suárez, hijo del alcalde de Celaya, perpetrado el miércoles 17 en plena luz del día (15:15h) frente a una conocida farmacia. Se contabilizaron 17 impactos de bala en su vehículo y su cuerpo. Tuvieron la saña y el tiempo suficientes para vaciarle cargadores plenos de balas de grado militar. A la hora de redactar estas líneas no se han dado a conocer más datos, y los sicarios perpetradores siguen libres, como es usual.

Con esto, el crimen organizado ha tocado directamente a la clase política histórica del estado de Guanajuato, en particular a una familia protagónica en el devenir político de Celaya. El padre del occiso, Francisco Javier Mendoza Márquez, es hoy presidente municipal postulado por el PAN; pero antes también lo fue, entre 1989 y 1991, entonces apoyado por el PRI. Su hermano José Manuel Mendoza Márquez, protagonista del ascenso del PAN en la entidad, fue presidente municipal entre el 2000 y el 2003. Tal vez por ello la expresión de condolencias ha sido generalizada entre los liderazgos de todos los partidos.

La capacidad de los grupos delincuenciales para infundir terror en la población se confirma una vez más. Este crimen parece despedir un tufillo de venganza contra el edil celayense, quien no ha cedido en sus esfuerzos por recuperar el control territorial que le disputan los cárteles. Por supuesto, puede haber otros motivos para el ataque, incluso más triviales, pero me parece que lo primero que salta al sentido común es el vínculo familiar. Ojalá que la fiscalía estatal resuelva con prontitud y eficacia el caso, para que la sociedad local tenga claridad sobre el origen de las agresiones a sus integrantes, y actuar en consecuencia.

No es posible que el Estado y la sociedad mantengan su pasmo inicial. Es urgente que las capacidades —que no son pocas— de los tres órdenes de gobierno reaccionen con contundencia ante los trasgresores del orden legal. La coordinación que tanto se presume en las comunicaciones oficiales debe hacerse evidente en los operativos previos y posteriores que garanticen la seguridad pública. Esa sí es materia de seguridad nacional: la preservación de la paz social echando mano de las herramientas de prevención, atención y ejecución de justicia con que deben contar las corporaciones armadas y las instancias administrativas y jurisdiccionales de los poderes públicos.

Me lastima escribir sobre estos temas, como de seguro a los lectores hojear sobre las mismas. Aunque se nos digan otras cosas desde los púlpitos del poder, seguimos en pasmo ante el crimen organizado y sus malandros, que nos han colocado en una situación de guerra civil fáctica, con miles de asesinados cada año, más que Ucrania en situación de guerra internacional. De no creerse.

Por Juan Ma J

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