José Eduardo Vidaurri Aréchiga

Cronista municipal de Guanajuato

Mineros de Guanajuato llegando a la ciudad de México en 1936

La marcha de los mineros de Guanajuato en 1936

José Eduardo Vidaurri Aréchiga

Cronista municipal de Guanajuato

Uno de los logros del movimiento revolucionario de 1910 fue abrir la discusión en torno a los grandes problemas nacionales, de ahí derivó la redacción de la Carta Magna que fue sancionada el 5 de febrero de 1917. La Constitución contiene, en los artículos 3, 27 y 123 los derechos sociales como un importante legado para todos los mexicanos.

El artículo 123 relativo a los asuntos laborales fue producto de intensos debates. Una primera propuesta de Venustiano Carranza enviada a la asamblea de Querétaro no contenía variaciones importantes con respecto a lo establecido en Constitución de 1857.

El ejercicio legislativo de 1917 impulsó la inclusión de más derechos laborales que fueron también debidamente aprobados, entre esos avances destacaron la prohibición del trabajo de infantes, el salario mínimo, la indemnización por accidentes de trabajo, la concesión de un día de descanso por cada seis laborados por destacar algunos.

Otra aportación notable de la Constitución de 1917 es haber incluido en las fracciones XVI y XVIII del referido artículo 123 lo siguiente respecto a la formación de sindicatos y el derecho a la huelga:

XVI. Tanto los obreros como los empresarios tendrán derecho para coaligarse en defensa de sus respectivos intereses, formando sindicatos, asociaciones profesionales, etcétera.

XVIII. Las huelgas serán lícitas cuando tengan por objeto conseguir el equilibrio entre los diversos factores de la producción, armonizando los derechos del trabajo con los del capital. En los servicios públicos será obligatorio para los trabajadores dar aviso, con diez días de anticipación, a la Junta de Conciliación y Arbitraje, de la fecha señalada para la suspensión del trabajo. Las huelgas serán consideradas como ilícitas únicamente cuando la mayoría de los huelguistas ejerciere actos violentos contra las personas o las propiedades, o en caso de guerra, cuando aquellos pertenezcan a los establecimientos y servicios que dependan del Gobierno. Los obreros de los establecimientos fabriles militares del Gobierno de la República no estarán comprendidos en las disposiciones de esta fracción, por ser asimilados al Ejército Nacional.

Mineros de Guanajuato marchando frente al Teatro Juárez. Fotografía cortesía de Alfonso Ochoa Tapia

Algunos años después, el 18 de agosto de 1931 se expidió la primera Ley Federal del Trabajo en México, misma que reglamentaba el artículo 123. Esta nueva Ley vino a garantizar la legitimidad del corporativismo de las organizaciones obreras, reglamentó el sindicalismo y estableció el contrato colectivo, cuestiones que habían quedado poco claras en la Carta Magna.

Esta Ley laboral surgió en un contexto de crecientes conflictos entre las organizaciones de obreros y de patrones, que junto con una profunda crisis económica dejaron honda huella en la historia de nuestro país, de nuestra entidad y en nuestra ciudad.

Como sabemos, nuestra ciudad tiene sus orígenes en el descubrimiento de los ricos yacimientos de plata y oro, la primera mina la de San Bernabé descubierta en 1548, luego siguieron la de San Juan (de Rayas) y la de Mellado en 1550. A partir de entonces la minería fue el imán que atrajo personas de diferentes lugares para trabajar el subsuelo de nuestra tierra.

Mineros de Guanajuato.

La minería es el alma de Guanajuato y su gente, mucha de la historia de Guanajuato está escrita con el sacrificio de los mineros, con el esfuerzo cotidiano de mujeres y hombres que por siglos han dejado sus vidas en las minas de Guanajuato.

La minería definió el apogeo colonial de nuestra población durante los siglos XVII y XVIII, para finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la minería vivió un buen momento derivado de la inversión extranjera que permitió la introducción de nueva maquinaria y energía eléctrica que facilitaron los trabajos de explotación.

Las cosas se pusieron mal con la Revolución, la guerra casi paralizó a la industria minera, luego la crisis de 1929 provocó una fuerte caída del precio de la plata que vino a dejar en estado casi agónico a la industria minera.

La generación de empleos en el ramo disminuyó sensiblemente y los trabajadores de las minas de Guanajuato recibían mínimos beneficios. Sus jornadas eran extenuantes, trabajaban de 12 a 14 horas al día y no había descanso, los empresarios no respetaban lo establecido en la Constitución, los trabajadores se veían obligados a cambiar de patrón buscando alguna mejora en sus condiciones laborales, pero esas mejoras no llegaban.

Cuando un minero enfermaba de silicosis la solución de la empresa era el despido sin respetar el derecho a la indemnización, era práctica común la contratación de menores de edad para laborar en las minas y, cualquier intento por organizar algún sindicato de trabajadores mineros era violentamente frenado por la parte empresarial. Los mineros de Guanajuato estaban desamparados.

El 12 de noviembre de 1935 más de 1,200 trabajadores de las minas se fueron a huelga exigiendo un aumento de salario y la firma de un contrato colectivo de trabajo como lo establecía la Ley Federal del Trabajo, pero pasaba el tiempo y los mineros no recibían ninguna respuesta ni de la empresa ni del gobierno por lo que decidieron radicalizar su lucha. La huelga paralizó las minas de Valenciana, Cata, Mellado, Tiro Kurtz, Molino de Bustos y Hacienda de Flores. La economía de los mineros estaba paralizada.

Ante tal situación los mineros huelguistas de Guanajuato, trabajadores de “The Guanajuato Reduction Company” comenzaron, el 17 de abril de 1936, una caravana a pie con rumbo a la ciudad de México. Su causa era exigir justicia para ellos y sus hijos, buscaban entrevistarse con el presidente Cárdenas para exponerle su terrible situación y poder contar con su respaldo.

Mineros de Guanajuato.

La “Marcha de la dignidad” le llamaron los mineros de Guanajuato, pero sus adversarios le llamaron la “Marcha del hambre… de los muertos de hambre…” En la caravana participaron trabajadores de otras industrias como la cigarrera de Irapuato o los jarcieros de San Luis Potosí que solidariamente se sumaron, aunque también querían hacer ver las carencias que padecían. Iban también algunas mujeres madres y esposas de los mineros y sus hijos y, por supuesto el líder minero Filiberto Ruvalcaba.  

El periódico El Universal, de fecha 1 de marzo de 1936, reportó sobre la caravana: “…enfermos, cansados, sedientos y con hambre, pero con el ánimo y la energía suficiente para reclamar la justicia que les asiste, los mineros de Guanajuato y los jarcieros de San Luis Potosí han proseguido su marcha hacia la capital. Esta no es una caravana del hambre como ha dado en llamarse. Su objetivo es otro: es una caravana en busca de justicia; son seiscientos hombres que han sido burlados y que desde hace varios meses están en huelga sin que nadie se apreste a resolverles su conflicto y el de los suyos…”

Los mineros llegaron a México el 29 de febrero, por desgracia un minero que marchaba enfermo, Luis Chávez, murió en la búsqueda de mejores condiciones para él y su familia, la solidaridad de los obreros de México se mostró en favor de nuestros mineros guanajuatenses, las negociaciones comenzaron, pero no se respetaron del todo.

La lucha de los mineros de Guanajuato prosiguió en los años siguientes con acontecimientos profundamente dolorosos que enlutaron a nuestra ciudad, esos episodios los retomaremos en otra ocasión, hoy recordamos el inicio de esa marcha por la dignidad de los mineros de Guanajuato hace 86 años.  

Mineros de Guanajuato.

Por Juan Ma J

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