Party City
Dr. Luis Miguel Rionda Ramírez
Se dice que los problemas comunitarios locales son reflejo de los regionales y globales. Lo contrario también podría afirmarse: lo global determina lo local, en particular en un mundo tan integrado como el actual. Lo anterior responde a mi inquietud personal sobre muchas de las políticas que los gobiernos municipales aplican sobre sus colectividades sin congruencia con sus ofertas políticas originales. Así ha venido sucediendo desde hace seis años con la administración que hoy gobierna el municipio capital del estado de Guanajuato, y que sin duda se verá continuada en el siguiente trienio con el arribo a su presidencia de la consorte del actual edil.
Muchos observadores ciudadanos hemos insistido desde hace mucho tiempo que este es un municipio especial, que debe ser tratado con políticas específicas. En 1991, cuando se conmemoraron los 250 años de que esta localidad recibió el título de ciudad de la mano del rey Felipe quinto, el ayuntamiento que encabezaba Eduardo Knapp convocó a un conjunto de especialistas (historiadores, urbanistas, patrimonialistas) a un ejercicio de reflexión sobre la trascendencia y destino de una urbe que supo aglutinar a una región económica, demográfica y política en la región Laja-Bajío, gracias a la intensa actividad minera en sus yacimientos argentíferos serranos.
Del seminario se generó el libro colectivo Estudios sobre la trayectoria histórica de la urbe guanajuatense, publicado por el Gobierno del Estado en 1992. Ahí se incluyó un capítulo mío. Los colaboradores tratamos de argumentar que esta capital merece un tratamiento especial no sólo por su origen y trayectoria histórica, sino porque a lo largo del siglo XX se evidenció como un centro privilegiado para el desarrollo de una propuesta cultural autónoma local, en contrapartida al centralismo cultural que se imponía desde la federación y el estado. Un municipio con el índice educativo más alto de la entidad, con la mayor cantidad relativa de instituciones educativas, científicas y culturales, con un alto índice de urbanización y con una proyección internacional que se reforzó en 1988 cuando obtuvo la distinción de ser considerado patrimonio de la humanidad.
Las administraciones municipales fueron más o menos sensibles sobre la responsabilidad de preservar los valores patrimoniales, históricos, artísticos, monumentales y ambientales. Pero desde hace algunos años esta situación ha cambiado radicalmente con el arribo de un munícipe con mentalidad empresarial, que hizo de las actividades recaudatorias su prioridad existencial. Esto ha ido convirtiendo a la ciudad en una enorme Party City con sus calles invadidas con changarros informales y sucios, con irrupción frecuente de empresarios del entretenimiento con festivales de consumo y deportes extremos. Pero eso sí: se expulsa a festivales culturales de calidad y tradición como el GIFF.
La nueva ocurrencia del municipio es rentar el parque deportivo Aguilar y Maya (San Jerónimo) para la presentación de un intérprete de moda de los llamados “corridos tumbados”, que hacen apología del vicio y del delito. Un importante conjunto de capitalinos ambientalistas y aficionados al rey de los deportes, se han manifestado en contra con toda razón. Es un espacio que el gobierno del estado cedió por decreto al municipio el 9 de julio de 1996, con la condición de que se dedique exclusivamente al uso deportivo. Hoy se busca explotarlo como enorme antro que inevitablemente generará desorden por el inminente sobrecupo y el inmoderado consumo de alcohol y otras sustancias. Todo ello en pleno corazón de la ciudad patrimonio de la humanidad. Por ello no debemos permitir este despropósito de un gobierno pueril.