Adiós, amigo Pablo…
Dr. Luis Miguel Rionda
La historiografía regional y contemporánea de México acaba de sufrir una pérdida dolorosa. Este miércoles 4 de mayo falleció en Celaya mi querido amigo y colega Pablo Serrano Álvarez, enorme estudioso del pasado reciente de las regiones centro y occidente del país. Un profesional de la historia, con un compromiso inamovible con la búsqueda de las verdades propias de los actores del pasado, sin importar ideologías, cofradías o etiquetas, a las que es tan afecta la historia oficialista o de bronce.
Pablo nació en la ciudad de México el 26 de octubre de 1960, hijo de inmigrantes españoles. Ambos nacimos el mismo año, en la generación que se formó en los atardeceres del modelo del “desarrollo estabilizador”, aquel del “milagro mexicano” que permitió a dos generaciones de mexicanos vivir el ensueño del progreso sostenido y la mejora de las condiciones objetivas de calidad de vida. Un México que aspiró a la paz social bajo el puño férreo del estado autoritario y el presidencialismo imperial. Ambos fuimos demócratas aspiracionales, y nos unió el mismo sueño de libertades y justicia, aunque desde diferentes perspectivas: él desde la honesta democracia cristiana y yo desde la socialdemocracia sin atavismos.
Los dos nos formamos en la misma casa: la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, donde él presentó su tesis de licenciatura en 1985 sobre los convenios de Bucareli de 1923, con 283 páginas. Luego hizo su maestría en el Instituto Mora, la que acreditó en 1989 con la defensa de la monumental tesis La batalla del espíritu: el movimiento sinarquista en el Bajío Mexicano, 1932-1951. Este documento sería publicado por el Conaculta en 1992 en dos volúmenes (t.ly/Nmcy). Luego realizó su doctorado en la UNAM, que culminó en 1996 con la tesis Basilio Vadillo: Revolucionario, político, intelectual y diplomático del occidente mexicano, 1885-1935 (tny.im/vDZlx).
Pablo tenía competencias destacadas para la investigación documental y testimonial. Era un obsesivo del dato preciso, el testimonio directo, la búsqueda bibliográfica exhaustiva, y la exploración ratonil de los expedientes de archivo. Su inteligencia y retentiva privilegiadas siempre se desplegaron en beneficio de la memoria colectiva. Su inquietud y curiosidad lo llevaron a viajar mucho por Europa y América, atendiendo encuentros académicos intensos, donde siempre se destacó.
Acumuló una amplia producción publicada, que se centró en los movimientos y personajes políticos del centro occidente, pero también de los estados de Colima e Hidalgo, y de las corrientes de inmigrantes al país. Lo contacté cuando yo trabajaba en mi propia tesis doctoral en 1995, y a partir de entonces intercambiamos correspondencia aprovechando la novedad del correo electrónico. Lo conocí personalmente hasta 2002 en Tepic, con motivo del encuentro nacional Historiografía regional de México en el siglo XX, que organizaron la Universidad de Nayarit, el INEHRM y la UNAM. Desde entonces intensificamos nuestra comunicación, que se potenció con la amistad que Pablo entabló profesionalmente con mi padre, a quien apreció mucho.
Pablo trabajó en varios centros de investigación, pero destacó en el Instituto Nacional de Estudios Históricos sobre las Revoluciones de México INEHRM, donde por años fue responsable de la investigación. Siempre le agradecí el envío de sus numerosas publicaciones propias. Algún cambio de administración lo dejó fuera del cargo, por lo que concursó para ser profesor de la Universidad de Guanajuato, campus Celaya. Por razones incomprensibles para mí no le contrataron. Se fue a Hidalgo. Pero se enamoró del Bajío y se asentó en Celaya a partir de 2016, y se dedicó a conducir la asociación civil Triskelion, dedicada a estudios, enseñanza y divulgación.
Fue discreto con el mal que padecía, y yo respeté eso. Lamento su inesperado deceso, que ha sido llorado por docenas de colegas historiadores y politólogos, como se ha hecho evidente en las redes virtuales, de las que se hizo gran aficionado y que transformó en trinchera contra los autoritarismos de pseudo izquierda que hoy padecemos. Por todo ello, adiós, querido Pablo…