5 de junio
El domingo 5 tendremos elecciones en seis entidades del país. No es un ejercicio democrático menor, pues involucra a 11 millones 558 mil electores, equivalentes al 12.4% del listado nominal nacional; es decir, un octavo del total de ciudadanos mexicanos. Hay 27 candidatos compitiendo por las seis gubernaturas. En cuatro estados sólo se renovará la gubernatura (Aguascalientes, Hidalgo, Oaxaca y Tamaulipas); en otros dos se renueva también el congreso local (Quintana Roo) y los Ayuntamientos (Durango).
La gran gama de coaliciones o de partidos individuales dificulta detectar qué tipo de opciones políticas reales están en juego. Pareciera que sólo son las individualidades y sus alianzas caprichosas las que cuentan. Las encuestas parecen dar ventaja a Morena y sus aliados en al menos cuatro elecciones de gubernatura, pero como siempre, los electores mexicanos no suelen ser honestos ante los encuestadores, y pueden dar sorpresas como la que acompañó a la pasada elección local en la Ciudad de México.
En otros tiempos una ocasión como la presente era asumida como una fiesta cívica en la que la ciudadanía acudía sin miedos a emitir su voto, en la confianza en que su organismo electoral local cuidaría y contaría los sufragios con el apoyo de otros ciudadanos honestos, voluntarios, capacitados y comprometidos.
Hoy se percibe un cambio en el ambiente. El sistema nacional electoral está bajo asedio, con la amenaza explícita de desaparecer a los organismos locales y liquidar al INE, para convertirlo en un monstruo dócil con megacefalia. El partido en el poder federal desea consolidar una nueva hegemonía transexenal, a la manera del régimen autoritario de la posrevolución. Para ello requiere del control del mecanismo electoral, y sojuzgar o liquidar a las instituciones autónomas, como los órganos locales y el propio INE.
Los órganos locales parecen tener sus días contados. No sólo la iniciativa de reforma política que presentó el ejecutivo federal contempla su desaparición, sino también otras iniciativas, como la del PRI. Ambas le quieren llamar “federalización”, cuando es una contradicción flagrante al modelo federalista que mandata la Constitución. En realidad, es la centralización extrema del control de los comicios que, como lo han hecho regímenes autoritarios como Venezuela, lo que buscan es garantizar la permanencia en el poder.
Lo que acaba de suceder en la Ciudad de México, con la reforma legal que afectó la estructura del IECM, es un claro ejemplo de la estrategia: debilitar presupuestal y operativamente a los órganos locales, depauperarlos, para avanzar en su sometimiento. Pronto vendrá su desaparición —si se aprueba la reforma electoral—, o al menos el cambio en el mecanismo de integración de sus órganos superiores; por ejemplo, que los consejeros(as) sean producto de elecciones abiertas, organizadas por… ¿quién?
Las elecciones del domingo pondrán a prueba las capacidades de los organismos locales. El año próximo lo estarán el IEEM del EdoMex y el IEC el de Coahuila; ambos estados aún gobernados por el PRI, y siempre se han considerado una antesala del proceso nacional del año siguiente. Las coaliciones que se formen en esas entidades nos darán un aviso de cómo viene la competencia nacional.
Las democracias locales están en el banquillo; el modelo de democracia liberal que tanto trabajo nos ha costado construir, también.
(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León, Departamento de Estudios Sociales. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – https://luismiguelrionda.academia.edu/ – https://rionda.blogspot.com/