Incendio y desidia
Dr. Luis Miguel Rionda
El impacto de las actividades humanas sobre el entorno natural y geográfico es creciente. El desarrollo económico puede ser un estímulo para el bienestar social, pero mal llevado también puede ser una trampa en el mediano y el largo plazos, hasta extremos autodestructivos.
La ciudad de Guanajuato, capital de la entidad homónima, está padeciendo desde hace tres días una catástrofe ecológica que sus habitantes no habíamos experimentado en el último medio siglo: un incendio de enormes proporciones de su basurero –tiradero más bien—municipal. Miles de toneladas de desechos sólidos, la mayor parte inflamables y tóxicos, han ardido sin control estos días, envenenando el aire de una ciudad ubicada en una cañada que fácilmente atrapa gases fétidos o infecciosos, como los que un día generó la industria minera por el procesamiento de la plata (azogue, cianuro, detritos…).
Un atlas de riesgos elaborado por la anterior administración estatal (2012-2018), ya destacaba esta enorme amenaza que pendía sobre una ciudad que ha crecido demasiado y de forma caótica: “Se sigue utilizando desde hace 10 años aproximadamente el [tiradero] ubicado en la parte Suroeste del Municipio en el poblado de Noche Buena, localizado entre cerros y a la derecha del Río Santa Ana, se ubica el tiradero municipal, el cual está totalmente fuera de normatividad. Ahí se deposita todo tipo de desechos, incluyendo infecto biológicos. No existe ninguna restricción a su acceso y el material está disperso en una amplia zona. […] Se generan en promedio 130 toneladas [diarias] de basura, 90 de las cuales son domiciliarias y el resto comercial. Cada año, en época de calor y debido a la cantidad exagerada de basura que se genera en esta ciudad se registran incendios ocasionando grandes nubes de gases y humos altamente tóxicos lo que propicia a malestar físico en las personas que viven cerca de este lugar […]”. (https://t.ly/gV6O)
Este asunto, junto con otros de alto riesgo, han sido sistemáticamente desatendidos por los gobiernos locales, pero en particular la administración actual, que acumula ya cinco años en el poder. La razón es simple: un relleno sanitario que cumpla los estándares internacionales para el reciclaje y confinación de sólidos es muy caro; pero sobre todo no es lucidor. Un buen sistema de procesamiento de basura no deja votos ni crea imagen. Es más fácil cerrar los ojos y esconder los desechos en alguna cañada fuera de la vista. Patear el bote a ver si el que sigue le entra al problema.
Estoy convencido de que no es un problema de dineros, sino de voluntad. Ya vimos cómo nuestro extravagante presidente municipal fue capaz de comprometer más de 100 millones de pesos para la instalación del Mall-Freak Show de Las Momias Inc. Cuando la sociedad civil y el INAH le paró su despropósito, tuvo que cancelar el préstamo bancario y retornar 40 millones al gasto programable de la ciudad, que se gastó en tonterías populistas como regalar tinacos y calentadores de agua.
Hay otras necesidades urgentes que no son atendidas por razones políticas: construir un Rastro TIF, el mejoramiento del drenaje, la limpieza de los ductos de la calle Hidalgo (subterránea), un monitoreo real de la calidad del aire, tomas fijas para bomberos, actualización del atlas de riesgos, mejorar la calidad del bacheo, echar a andar las subestaciones y casetas de policía, etcétera.
Se aproximan las elecciones locales (menos de 13 meses). Los ciudadanos de esta y otras ciudades que padecen gobiernos desdeñosos haríamos bien en imponer prioridades a los siempre simpáticos y prometedores candidatos. Obligarlos a publicar su plan de trabajo trianual, con metas calendarizadas y evaluables. Vivir en ciudad no debe implicar convivir con los riesgos de un abandono urbano, al contrario. Es tema de gerencia de servicios, no de proyectos políticos personales o partidistas.