Hace 50 años, en Guanajuato

Dr. Luis Miguel Rionda

Hace 50 años yo era un chico de segundo de secundaria, feliz de estrenar la moderna escuela Presidente Benito Juárez en la capital de mi estado, Guanajuato. La segunda escuela secundaria oficial de la ciudad, además de la anexa a la Normal de Maestros. Un nuevo modelo educativo, que incluía la educación sexual, se estrenaba gracias a profesores de avanzada como la directora Melba Castellanos Rodríguez, a quien le debo mi formación humanista y crítica, una feminista adelantada en un entorno fuertemente conservador. Gracias al clima intelectual de esa escuela me hice ateo, izquierdoso y escéptico.

El de 1972 fue un año que recuerdo muy bien, pues sucedieron muchos eventos que marcaron mi memoria: estaban de moda los secuestros de aviones gringos que iban a parar a Cuba, país que gozaba de las más amplias simpatías en el tercer mundo, incluyendo México. El terrorismo en Irlanda del Norte y en el país vasco español seguía generando violencia nacionalista. En México florecía la guerrilla, producto de la persecución oficial a estudiantes, profesores rurales y obreros radicales. En Guanajuato y el Bajío se experimentaba la Revolución Verde, y el modelo político hegemónico autoritario se consolidaba con el régimen de Manuel M. Moreno y Luis Echeverría.

Ahora desciendo al nivel parroquial. Ese año fue clave para la actividad cultural de la ciudad de Guanajuato. El municipio apenas tenía 65 324 habitantes, de los que 36 809 (56.3%) habitaban en el área urbana. Un pueblo grande, sin duda, donde todo el mundo conocía a todo el mundo. Se conmemoraban los primeros 20 años del Teatro Universitario y la Escuela de Arte Dramático, junto con el fenómeno cultural que se desató a partir de febrero de 1953, cuando se representó el original montaje callejero de los Entremeses Cervantinos bajo la dirección de Enrique Ruelas Espinosa. Una ciudad decadente, que en 1950 contó con apenas 23 389 habitantes, fue salvada por la cultura académica, de corte hispánico, experimental y universitario. Todo a iniciativa de un grupo de intelectuales y artistas que cada semana se reunía en el estudio del callejón del Venado. Con la actividad artística vino el turismo, y con ello la reactivación económica que independizó al villorrio de su raíz minera.

A veinte años del inicio de esa reacción, la Universidad de Guanajuato decidió implementar un gran evento de conmemoración, que se denominó Primer Coloquio Cervantino, que se desarrolló desde el 28 de julio hasta el 17 de septiembre de 1972. Ejercía la rectoría Enrique Cardona Arizmendi. El jefe del Departamento de Acción Social y Cultural era el joven abogado Isauro Rionda Arreguín.

El ambiente local fue preparado por estos siete fines de semana, en los que se desplegaron docenas de presentaciones musicales, montajes teatrales, de artes gráficas, conferencias, encuentros académicos e inauguraciones de monumentos y espacios físicos que se convertirían en puntos de referencia locales. Algunos conjuntos entrañables, como Los Juglares, nacieron en este espacio y se mantienen activos.

Era la preparación para un encuentro artístico aún mayor, que se había cocinado en la mente de funcionarios federales y estatales, en particular el secretario de Turismo federal, Agustín Olachea Borbón. El presidente Luis Echeverría, quien había vivido en Guanajuato como delegado del PRI entre 1947 y 1949, quería impulsar eventos de largo aliento en el ámbito deportivo y en el cultural. Así nació la iniciativa del primer Festival Internacional Cervantino, que se desarrolló del 29 de septiembre al 18 de octubre de 1972. Un encuentro de mucho mayor aliento que su precedente local, y que en el medio siglo siguiente significaría la ubicación definitiva de Guanajuato dentro del calendario mundial de las grandes galas artísticas y culturales de América y del mundo. Un trayecto que recién comenzó en ese especialísimo año de 1972.

Por Juan Ma J

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