Universidad cuestionada

Luis Miguel Rionda

He sido académico de la Universidad de Guanajuato (UG) desde agosto de 1989. Gané el tiempo completo en febrero de 1994. Desde entonces he acumulado una antigüedad laboral de 27 años. Por eso la considero mi casa de trabajo primordial y escenario privilegiado de mis querencias personales y familiares.

Veo con inquietud la situación delicada en la que se ha visto enganchada últimamente por un inútil debate con un par de medios de comunicación locales, hasta llegar al punto en que el Rector general haya encabezado una irrupción en las instalaciones físicas del periódico. Unos setenta universitarios acompañaron al rector en la temeraria aventura, que en teoría buscaba entregar una petición de derecho de réplica ante los constantes ataques contra prestigio de la casa de estudios. Muchos miembros de la comunidad nos sorprendimos por este desplante, inusual en un académico prudente y juicioso como el rector Luis Felipe Guerrero.

Por supuesto coincido en que la información difundida por ese medio impreso y por un canal local de cable es, al menos, imprecisa, incluso malintencionada. Es evidente para mí que se trata de una campaña que tiene origen en algún desacuerdo sobre los contratos de publicidad que los medios, año con año, negocian ¾o imponen¾ a las instituciones públicas. Es una perversa costumbre, que mucho me recuerda el libro de Enrique Serna, El vendedor de silencio, sobre un periodista famoso que chantajeaba a políticos y empresarios.

Desde enero pasado esos medios han revivido historias empolvadas que afectan la imagen de la institución y de su rector general, y han divulgado resultados de rankings internacionales descontextualizados. Se pretende que la UG está hundiéndose en la mediocridad, la autocomplacencia y la corrupción de sus autoridades, incluyendo al Consejo General. Mentiras o exageraciones que deben atajarse con información real.

Ignoro si detrás de la campaña se encuentre algún personaje o grupo que busque contaminar el ambiente universitario durante el periodo de renovación de la rectoría general que se inició el 26 de mayo pasado y que se concretará a principios de septiembre, cuando la Junta Directiva designe a la o el nuevo titular de la rectoría general. Me preocuparía mucho si intereses extrauniversitarios ¾políticos o económicos¾ estuvieran involucrados en esta operación de descrédito, que perjudicaría no sólo a la imagen pública de una noble institución, sino que socavase el ánimo corporativo de una comunidad de poco más de 48 mil estudiantes, mil 600 trabajadores administrativos y 3 mil 650 profesores (al menos 53 mil 250 personas).

La UG es una de las mejores universidades públicas del país según varios rankings. Incluso el que cita el medio de comunicación, el Times Higher Education World University Rankings de 2023, la ubica en el lugar 18 en el país, incluyendo las instituciones federales, estatales y las privadas (https://t.ly/F09-). Con relación a las 2,345 universidades del mundo incluidas en su evaluación, la ubica en el rango de los 1,500, al igual que la UdeGuadalajara, el IPN, la UMSNH y otras de Japón, Irán, Polonia, etcétera. Nada mal.

Otros sitios, como Unibetas.com, que promedia los rankings de TopUniversities.com, UniRank.org, Cwur.org y Timeshighereducation.com, coloca a la UG en el lugar 15, de cien universidades mexicanas que enlista. Ese mismo sitio informa que “la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) cuenta con un registro de 207 universidades.

Aunque según datos no oficiales, la cifra total supera las 5000 universidades en México.” (https://t.ly/rSUj) La UG debe combatir la mentira interesada con verdades documentadas. El derecho a réplica hay que ejercerlo ¾sin necesidad de mendigarlo¾ mediante las vías institucionales y los medios de comunicación serios. La sociedad, a la que nos debemos, emitirá su fallo.

Por Juan Ma J