José Eduardo Vidaurri Aréchiga

Cronista del municipio de Guanajuato

La romería del viernes de Dolores. Manuel Leal

La Cuaresma es un periodo de cuarenta días que alcanza, en la tradición judía y cristiana, un alto rango simbólico en el plano de las intenciones. Es un tiempo litúrgico, ritual, para la conversión y para la preparación de la gran fiesta de la Pascua, espacio de tiempo dedicado a la penitencia para convertirnos en mejores personas.

El ritual de la Cuaresma, orientado a la penitencia la renovación y conversión, se empezó a celebrar en el siglo IV, durante el papado de Gregorio Magno, como un simbólico recordatorio de los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto, espacio geográfico que nos remite a una atmósfera de austeridad, silencio y alejamiento de lo superfluo.

La Cuaresma, en otras épocas, se caracterizó por la extrema penitencia y el riguroso ayuno exigido a los católicos, por ejemplo, en lo siglos VII al IX se prohibía ingerir algún alimento antes de la puesta del sol, se exigía mantener periodos de sueño restringidos, y se pedía mantenerse alejado de las diversiones y conservar una actitud de extremo recogimiento y encierro.

La prohibición de consumir carne, huevos leche y vino se mantuvo hasta el siglo XIII y solo se permitía ingerir algo de comida por las tardes. Fue en el siglo XVIII, en 1762, cuando el Papa Clemente XIII otorgó permiso para poder consumir, durante la Cuaresma, huevos, manteca, algunos lácteos y carne, con excepción de algunos días en específico y los miércoles, viernes y sábados de toda la Semana Santa.

Más adelante se estableció que el ayuno quedaría limitado al miércoles de Ceniza, los viernes de la Cuaresma y los últimos cuatro días de la Semana Santa.  En la época actual, el ayuno se ha establecido como voluntario para el día que marca el inicio de la Cuaresma: el Miércoles de Ceniza y se ha convertido en una costumbre que los viernes de Cuaresma se consuma una dieta especial en la que se restringe, si es posible, la carne roja.

Pulvis est et in pulverem reverteris

El día que marca el comienzo de la Cuaresma es el Miércoles de Ceniza y el calendario establece que debe ser justo tres días después de las fiestas de carnaval y cuarenta días previos al Domingo de Ramos por lo que su celebración es móvil.

La ceremonia católica del miércoles de Ceniza se lleva a cabo desde el año 384, aunque antes se estilaba que los penitentes que deseaban recibir el Sacramento de la Reconciliación, el jueves santo, se untaban ceniza en la cabeza y se presentaban a sus comunidades con un hábito que expresaba simbólicamente su deseo de convertirse.

Fue a partir del siglo XI cuando se inició la costumbre, ritual, de imponer la ceniza a manera de recordatorio de que algún día moriremos y nuestro cuerpo quedará reducido a polvo, la metáfora nos recuerda también que todo lo material se acaba, de que “polvo somos y al polvo regresamos”. La ceniza simboliza el sufrimiento, el luto, el arrepentimiento, el dolor y la penitencia,

La ceniza se obtiene de la quema de las palmas benditas del Domingo de Ramos del año anterior que luego son rociadas con agua bendita y aromatizadas con incienso. En la época actual se estila que los fieles acudan al templo para que un sacerdote, con su dedo pulgar, les marque la frente con la señal de la cruz, es posible también que en ocasiones los sacerdotes se auxilien de un sello de corcho que tiene una cruz y que recibe el nombre de “Jesucristo”.

Los viernes de la Cuaresma

Desde el año de 1740 el Papa Benedicto XIV estableció la práctica de que, en todos los templos, durante los seis viernes de la Cuaresma, repicaran las campanas a las tres de la tarde. Es también común que en los viernes de Cuaresma se presenten múltiples manifestaciones populares que pueden variar, dependiendo de la región del país, como romerías y verbenas con misas, música, representaciones bíblicas, danzas tradicionales y peregrinaciones.

El sexto viernes de Cuaresma se conoce como el Viernes de Dolores por estar dedicado a la veneración de la Virgen de los Dolores, al recuerdo de los sufrimientos que padeció la madre de Cristo. La conmemoración del Viernes de Dolores data del acuerdo tomado por el Sínodo Provincial celebrado en la ciudad de Colonia, Alemania, en el año de 1413, con el propósito de recordar, con ternura, los siete Dolores de la Virgen María: 1. La Profecía del anciano Simeón, 2. La angustia que padeció durante la huida a Egipto, 3. La pérdida de sus hijo Jesús, 4. Cuando encontró a su hijo, camino al Calvario con la Cruz a cuestas, 5. Cuando asistió a su hijo en agonía, clavado en la Cruz, 6. Cuando el soldado le abrió el costado a su hijo con una lanza y, 7. El momento de la sepultura de Jesús.

Fotografía J.E.V.A.

La devoción a la Virgen de los Dolores llegó a nuestro país con los misioneros franciscanos, mercedarios y jesuitas entre otros y, la tradición de levantar altares se extendió rápidamente por toda la geografía y pasó del interior de los templos a los atrios y de ahí a los hogares de todos los estratos sociales.

El altar, aunque presentaba diferencias en su estructura de acuerdo a la región geográfica, consistía básicamente en colocar sobre una mesa, en la parte superior, una imagen de la Virgen de los Dolores, ya fuese en pintura o de bulto, luego se arreglaba el altar de tal forma que de forma escalonada y descendente se iban colocando velas, candeleros, ollitas de barro y macetitas sembradas con chía y alegría, se colocaban también naranjas pintadas de oro y plata a las que se colocaban banderitas de papel de color oro, frascos y botellas como los ojos de boticario o los bolonches de vidrio transparente con aguas pintadas de colores, lamparitas de aceite y otros diversos elementos que simbolizaban la pasión de Cristo. Solían colocar manzanilla e hinojo en el piso y el propio altar para aromatizar la representación, era común el uso de incienso y copal como parte de esa ambientación.

En algunos casos, dependiendo de la capacidad económica, se montaban altares sobre lienzos de terciopelo, encajes finos, imágenes de la Virgen de alta calidad en su confección que eran adornadas con las prendas y joyas de la familia que tenían como propósito distraer a la Virgen María del dolor por la muerte de su hijo.

Fotografía J.E.V.A.

En la época actual la tradición, desafortunadamente, ha perdido fuerza en diversos lugares del país, sin embargo en Guanajuato tiene un especial y fuerte arraigo, las familias se preparan con semanas de anticipación para el montaje del altar a la Virgen de los Dolores sembrando las semillas que habrán de utilizar en el mismo y limpiando los objetos que habrán de acompañar a la imagen de la Dolorosa en el Altar, es común que se hagan variaciones año con año en el altar y que se introduzcan elementos innovadores que lo hagan lucir más, aunque siempre manteniendo algunos elementos que se han vuelto indispensables como el papel picado, las naranjas y los plátanos. También se ha vuelto costumbre en algunos casos colocar tapetes de aserrín y/o de semillas, polvo de café u otros elementos con los que se construye un anagrama de la Virgen. 

Se selecciona el espacio de la casa donde habrá de colocarse el altar, se cuelga una cortina en la pared –a manera de marco- y se coloca la mesa para disponer de la instalación y se inicia el montaje colocando el el plano central y más elevado la imagen de la Virgen. El altar se adorna con agua de colores como el morado o púrpura, el más usado en la cuaresma por ser el símbolo del dolor, del luto, de la preparación espiritual y la penitencia. El carmesí o rojo intenso que simboliza la sangre derramada por Jesucristo. El tornasol como simbolismo de las promesas celestiales. El azul que puede simbolizar al espíritu santo si es claro, o la revelación divina si es intenso. El verde símbolo de la virtud y la esperanza por la vida del Mesías y por la resurrección. El amarillo neutro que representa la gloria de Dios. El agua es simbólicamente el elemento purificador por excelencia, y su preencia en el altar, además de ser simbólica, servía en otras épocas, para proyectar la luz a través del agua ya que se colocaba detrás de un recipiente con agua pintada de color una veladora que formaba ingeniosos contrastes de luz reflejada.

Además de las aguas de colores simbólicos que adornan el altar se preparan las típicas aguas frescas mexicanas, de jamaica, de limón, de horchata y, especialmente la conocida como “lágrimas de la virgen” aunque todas lo sean simbólicamente, que se obsequian a los visitantes del altar como un acto de piedad y de disfrute.  Es usual que la visite se inicie poco después del medio día del viernes y, aunque la muerte de Jesús ocurrió hasta las tres de la tarde, se pueden visitar antes y a la pregunta expresa de ¿Ya lloró la Virgen? hecha por el visitante, los anfitriones reciben la visita que se acompaña de un breve rezo y prosigue  con la observación del altar y la conversación que se acompaña por los obsequios como agua, nieve y otros en agradecimiento por la visita.

Ya en los siglos XVIII, XIX y XX, el Viernes de Dolores iniciaba muy temprano, las personas se dirigían desde la madrugada a los diversos mercados como el del Canal de la Viga en la Ciudad de México, o en las plazuelas de las principales poblaciones donde se hacía el mercadillo de flores para adornar el Altar dedicado a la Virgen.

El culto a la imagen de María en su advocación de la Virgen de los Dolores debió haber llegado a Guanajuato en las etapas tempranas del periodo colonial o virreinal, en los finales del siglo XVI o principios del siglo XVII. La fundación de la Congregación de Nuestra Señora de los Dolores en los asientos de la antigua aldea otomí de Comacorán, hoy Dolores Hidalgo, es quizá prueba de ello. Soporta también nuestra premisa la existencia de antiquísimos callejones en nuestra población que llevan por nombre original esa denominación, callejón de Ntra. Sra. de los Dolores, uno de ellos justo en el tramo que conducía a las primitivas capillas de los indios mexicanos y a la del pequeño templo de los hospitales u hospital de indios tarascos, donde tuvo sus primeros hogares la imagen de Nuestra Señora de Guanajuato y del cual podemos observar aún la placa correspondiente justo en la esquina de la casa de Don Vicente Manuel de Sardaneta y Legaspi, Marques de san Juan de Rayas (Hoy Museo del Pueblo). 

La romería del Viernes de Dolores en Guanajuato. Manuel Leal.

Algunas haciendas de beneficio que operaron en las épocas del esplendor minero de Guanajuato, llevaron también esa denominación de “Nuestra Señora de los Dolores”, es ampliamente conocida la vocación con que los artesanos de la región plasmaron en retablos populares, en cromos o en imágenes de bulto bellísimas representaciones de la Virgen Dolorosa para rendirle culto y devoción y para servir como elemento principal del altar dedicado en su honor el sexto viernes de cuaresma.

La tradición de los altares domésticos dependerá, en cierta forma, de que la familia tuviese una imagen de la Virgen de los Dolores, quizá por ello la abundante producción de la imaginaría orientada a pintar o tallar Dolorosas, pero podemos imaginar que la tradición acompaña al origen de la devoción en la población.

La reconocida historiadora Rosa Alicia Pérez Luque presentó, en el año de 1991, un valioso documento localizado en en Archivo Histórico de Guanajuato relativo a la celebración del Viernes de Dolores en Guanajuato, a través del cual podemos obtener valiosa información que nos ayude a comprender mejor nuestra esencia y el valor de nuestro patrimonio cultural, el documento da cuenta de la religiosidad popular de los guanajuatenses del siglo XVIII y nos ayuda a contratar con la energía vital que aún conserva la celebración entre nosotros. Presentamos la transcripción:

Los escribanos del Rey Nuestro Señor, que aquí signaremos y firmaremos en la forma que podemos, debemos y el derecho nos concede, certificamos de verdad y damos fe en testimonio de ella, que habiéndose movido el ánimo de algunos devotos a colocar en los portales de las Casas Reales de esta ciudad, una imagen de Nuestra Señora la Virgen María de los Dolores para adoración y culto público, se valieron del Regidor y Alcalde Provincial de la Santa Hermandad, don Vicente Manuel de Sardaneta y Legaspi (Marques de San Juan de Rayas), vecino y minero de esta dicha ciudad, quien la encargó a la ciudad de México por medio del Reverendo Padre Maestro Miguel de Camargo, de la Sagrada Compañía de Jesús y actual morador de este su Colegio, y se consiguió dicha soberana imagen de medio cuerpo de mano de Juan Morlete Ruiz, pintor de singular crédito en este tiempo. Y llegó el lienzo enrollado a esta ciudad el día de San Demetrio, 22 de diciembre del año próximo pasado de 760; y mientras se le hizo su marco, cajón y compuso el portal, se detuvo su colocación hasta hoy 13 de febrero, segundo viernes de Cuaresma día de San Benigno Martir, que se efectuó con toda celebridad. Y esperamos en Dios y en la soberana imagen, se continúe y perpetue su culto y devoción, y para que se sepa el origen y que con la transiturnidad del tiempo no se varié, damos la presente en esta ciudad de Santa Fe Real de Minas de Guanajuato, a 13 de febrero de 1761.

Firman: Manuel Joaquín de Aguirre (escribano público), Alfonso Calderón (escribano público y de cabildo), Francisco Marquina (escribano de Real Hacienda) y Domingo Aguirre (escribano real).

Ilmo. Sr. D. Gabriel de Arechederreta vecino de la ciudad de Guanajuato y residente en esta Corte, parezco ante V.S. Ilma, con la mejor forma que debo y digo: que en dicha ciudad de Guanajuato y en el portal o arcos que llaman de las Cajas Reales, se hallan colocadas dos imágenes de buena pintura, la una de nuestro redentor crucificado con la advocación de la misericordia, y la otra de María Santísima de los Dolores y ambas con la decencia correspondiente que excita la devoción de los fieles. Y para que ésta vaya cada día en aumento, suplico a V.S. Ilma. se digne conceder las indulgencias que fueren de su agrado y con las calidades que tuviera por conveniente.

Por tanto, a V.S. Ilma. suplico así lo determine en que recibiré especial gracia.

Firma: Gabriel de Arechederreta”.

AL MARGEN:

“México, junio 1º de 1761.

Concedemos cuarenta días de indulgencia a todas las personas de ambos sexos que rezaren devotamente un Padre Nuestro y Ave María delante de las soberanas imágenes que expresa esta memorial, rogando a Dios por la exaltación de nuestra Santa madre Iglesia, extirpación de las herejías y conversión de los infieles a nuestra santa fe católica. Lo proveyó y mandó el Ilmo. Sr. Arzobispo de México“.

Archivo Histórico de Guanajuato. Ramo Protocolo de Presos Tomo 1761, Fs. 390-391 v.

Como refiere el documento, la instalación del altar a la Virgen de los Dolores en los portales del Ayuntamiento, a partir del año de 1761, fue un referente para ampliar la devoción y fomentar el culto a la Dolorosa, es muy probable que a partir de entonces tuviera mayor presencia y lucimiento en toda la ciudad y es probable que mantuviera esa solemnidad y atmósfera de penitencia.

En otro sentido, el cronista Manuel Leal refiere que fue en el año de 1885 cuando se comenzó a celebrar el Viernes de Dolores en Guanajuato y desde entonces, refiere, la gente adornaba altares tupidos de flores para recordar el sufrimiento que la Virgen padeció una semana antes de la crucifixión de su hijo. Seguramente se refería Don Manuel Leal a la época en que la tradición del Viernes de Dolores se manifestó más como una celebración, como acto festivo, que como una expresión pública de penitencia, digamos cuando se volvió un gozo que expresa y refleja la alegría del ánimo.

Pintura de Manuel Leal.

Es verdad que tenemos a partir de la referencia de Don Manuel Leal, 1885, año que se enmarca de manera más que precisa en la época del porfiriato, cuando la “paz” y el “orden” reinaban entre los mexicanos, diversos testimonios que refieren ya la celebración del Viernes de Dolores en Guanajuato como un día de fiesta, un día de las flores que tenía como escenario principal el Jardín de la Unión, donde se colocaban desde muy temprano, en la madrugada, las vendedoras de flores y artículos para disponer de la instalación del altar doméstico. El paseo, la música y las vivencias de cada época han quedado plasmadas en emotivas y nostálgicas crónicas que nos ayudan a conocer cómo era el Guanajuato de antaño.

Virgen de los Dolores. Pintura de Manuel Leal.

La reconocida historiadora Yolia Tortolero Cervantes, en su brillante trabajo “Viernes de Dolores en Guanajuato: fe, tradición y reflejo de una sociedad”, nos dice que es probable que la presencia de altares dedicados a la Virgen de los Dolores se haya originado alrededor de 1936, cuando se produjo la fundación de la Sociedad Cooperativa Minero-Metalúrgica Santa Fe de Guanajuato, cuando a partir de la organización y cooperación de los socios de la misma se ponían altares en minas como la de Rayas, Cata o Valenciana, mismos que adquirieron prestigio y popularidad, entre otras cosas, por otorgarle un toque especial al montar los altares en las entradas de las minas o los respectivos talleres  y por ofrecer a los visitantes nieve, comida, cerveza, agua de sabores y el tradicional platillo de cuaresma caldo de camarón. 

El Viernes de Dolores, refiere Tortolero, nos permite analizar costumbres ancestrales de los mineros y nos permite conocer aspectos de su vida actual, los mineros son el gremio de mayor arraigo en la ciudad y han sido los que han contribuido a traer esta y otras tradiciones hasta nuestros días y son en parte ejemplo constante de la transmisión de la tradición de una generación a otra.

La tradición cambia, no permanece inalterada, se adapta a las nuevas formas, hábitos y costumbres de la sociedad, la trasformación de las formas originales de la tradición es una constante en todas las culturas y la del Viernes de Dolores en Guanajuato no es la excepción.

A pesar de lo anterior, la tradición del Viernes de Dolores mantiene vigentes muchos de los elementos que la hacen una de las más apreciadas y estimadas entre los guanajuatenses, porque conserva muchos de los elementos simbólicos y rituales que le dan origen y sentido como preámbulo de la Semana Mayor. La tradición refleja también nuestra esencia, fomenta la convivialidad y fortalece el tejido social.  

El presente artículo se publicó el 3 de abril del 2020 y se vuelve a publicar en este 2022 que retomamos, de forma presencial, la tradición.

La romería del Viernes de Dolores. Manuel Leal. (Fragmento).

Por Juan Ma J

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