José Eduardo Vidaurri Aréchiga

Cronista municipal de Guanajuato

Luego de la conquista de México Tenochtitlan en 1521, la dominación española se extendió con rapidez por toda Mesoamérica. Múltiples expediciones se organizaron y paulatinamente fueron sometiendo a los pueblos indígenas.

En 1529 Nuño Beltrán de Guzmán inició la conquista del Occidente de México, para 1530 Nuño había conquistado la región habitada por los cazcanes localizada en los límites de los actuales estados de Jalisco y Zacatecas. En 1532 los españoles fundaron la Villa del Espíritu Santo de Guadalajara, población rectora de la Provincia de la Nueva Galicia.

Pronto los cazcanes se rebelaron y obligaron a los españoles a retroceder, entonces el primer Virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza, formó un numeroso ejército para someter a los rebeldes que se refugiaron en el cerro del Mixtón en Juchipila haciendo de la conquista y colonización una empresa complicada.

La colonización del actual territorio mexicano se hizo en etapas. Al principio fue impulsada por la empeñosa y apresurada búsqueda de metales preciosos. El descubrimiento de importantes yacimientos de plata y oro fue la razón de la fundación de diversas poblaciones en el vasto y árido norte del territorio.

En esas primeras expediciones los españoles se toparon con grupos indígenas organizados en bandas que sobrevivían de una manera peculiar, recolectando frutos, cazando animales y poniendo en práctica una serie de extraordinarios conocimientos para sobrevivir en el desierto.

Las primeras minas descubiertas fueron las de Zacatecas y desde ese momento se activó un intenso tráfico de todo tipo de personas. Pero, como referíamos, la gesta de Nuño Beltrán de Guzmán y los primeros pobladores no fue algo sencillo. …Su ejército estaba compuesto, refiere el historiador Matías Ángel de la Mota Padilla, por doscientos españoles de a caballo y trescientos infantes: ballesteros, arcabuceros, ocho pedreros y la correspondiente pólvora, munición y demás armas de espadas rodelas, cotas, yelmos y cueros pespunteados para la resistencia de las flechas, adargas de cueros crudios, lanzas, bayonetas y alabardas…

Y el propio de la Mota Padilla refiere también sobre los indios:

…Hallóse Nuño Beltrán de Guzmán, con veinte mil indios proveídos de arcos, carcaxes, flecas, rodelas de palo, macanas con tersos cortantes pedernales, hondas con escogidas piedras y algunos chuzos y a competencia mexicanos y tarascos con sus mantas corchadas con petos y penachos de lúcidas plumas…

Nuño Beltrán de Guzmán se movió hacia el territorio del actual estado de Guanajuato. Pénjamo el Grande, los Ayos y Guscatillos en donde fue recibido de paz y los conquistó. Vino luego el enfrentamiento con los chichimecas que, al no contar con los medios necesarios para sostener la lucha, abandonaron sus lares sin dejar vestigios de sus antiguas moradas y haciéndose fuertes en la Sierra Gorda desde donde resistieron una guerra sin tregua.

La Sierra de Guanajuato se quedó sin gente y esas comarcas eran atravesada de vez en cuando por los conquistadores y sus aliados. A pesar de ello, el territorio estaba a merced de las tribus chichimecas errantes que, eventualmente, atacaban, asaltaban, robaban y mataban a quienes se atrevían a cruzar su territorio.

El capitán Juan de Tolosa, llegó al pie de la serranía de Zacatecas en 1546 y fue menester enfrentar a los naturales sin demasiados contratiempos de inicio. Pronto, el conquistador Tolosa supo de las grandes riquezas del subsuelo de la región y presuroso motivó a Baltazar Temiño de Bañuelos, Cristobal de Oñate y Diego de Ibarra para que se asentaran en el país de los chichimecas.

Fue entonces, el 21 de marzo de 1548, que descubrieron la mina de “Albarrada” sobre la veta grande. Inició así la “fiebre de la plata” en aquella región. La codicia y la ambición apresuraban a los europeos a sacar los metales que abundaban en esa parte de la geografía novohispana.

Fue necesario y urgente abrir caminos para comunicar a la ciudad de México con las minas de Zacatecas. ¿Acaso fue Sebastián de Aparicio el que, con sus ruidosas carretas jaladas por bueyes, el que comenzó el trazo del Camino Real de Tierra Adentro?

A Sebastián de Aparicio se le conocía por su tesón, por su incansable caminar por las veredas, por haber trazado también el primer camino carretero que comunicó a la ciudad de México con el puerto de Veracruz. Cuentan que, en efecto, Sebastián de Aparicio perfiló también ese primer camino carretero desde la ciudad de México hasta los broncos territorios del Norte de la Nueva España. La tarea debió ser ardua, atravesar los solitarios bosques, las comarcas desconocidas y enfrentar los peligros que existían al atravesar la nación de los indomables chichimecas.

La lucha entre los pueblos originarios y los colonizadores fue inevitable, el control de grandes áreas del territorio pronto quedó del lado de los españoles que mediante el uso excesivo de la fuerza y mediante la conquista espiritual fueron estabilizando con ciertas dificultades al área.

Los orígenes coloniales de Guanajuato se remontan, de alguna manera, a la denominada estancia de Quanashuato que fue otorgada en 1546 por el primer virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza y Pacheco, como recompensa por los servicios prestados como conquistador a Rodrigo Vázquez tal como lo estableció el historiador Fulgencio Vargas en su obra Proceso histórico de la metrópoli guanajuatense y, donde incluyó un documento de su archivo particular mismo que al menos hasta la fecha de la edición de su obra, lo refiere inédito (Vargas, 1941: 25), sin embargo el sitio no fue próspero debido, en gran medida, a las abruptas condiciones del terreno.

En el documento presentado por Fulgencio Vargas “Estancia de Guanajuato, mandamiento a favor de Rodrigo Vázquez su fundador” se establece lo siguiente: (fragmento)

“Yo, Dn. Antonio de Mendoza, Visorrey e gobernador por su Magd. en esta nueva España: Por la presente doy licencia a Vos Rodrigo Bazquez para que en los Chichimecas, cerca del nacimiento de un rrio que se llamaba Guanaxuato, el rrio arriba una legua, encima de un Cu arrimado al mismo rrio, podáis asentar e asenteis una Estancia donde tengáis vuestros ganados, el sitio de la qual, e de caballería e media de tierra cerca de la dicha Estancia e para sustento de ella, en parte sin perjuicio, Vos hago merced para que sea vuestra e de vuestros herederos e sucesores, e como en tal Estancia vuestra, podáis tener en ella vuestros ganados, sin que os sea puesto ympedimento alguno, e podáis labrar e cultivar la dicha Cavallería e media  de tierra de lo que quisieredes, e por bien tubieredes, e tomada por vuestra parte de la posesión de la dicha Estancia e de la dicha Cavallería e media de tierra, mando que de ella de fecho no seais despojado, sin primeramente seais oído e por fuero y derecho vencido ante quien con derecho debais e podáis disponer de lo susodicho, con tanto que no sea a Yglesia ni a Monasterio, ni a otra persona Eclesiastica, la qual dicha merced vos hago de la dicha Estancia y Cavallería e media de tierra, con tanto que no sea en perjuicio de los Yndios, ni de otro tercero alguno, e con que en el asentar y poblar de la dicha tierra, guardéis las Ordenanzas que en este caso están hechas e so las penas de ellas, e mando a Antonio de Godoy, Justicia en los Chichimecas, que os haga medir e señalar la dicha Cavallería y media de tierra en parte sin perjuicio e con que no sea en tierra e termino de tierra que está señalada para la poblazón de los Chichimecas.=Fecho en México, oy tres días del mes de julio de mil e quinientos e quarenta y seis años.= Don Antonio de Mendoza.= Por mandato de su Señoría.= Antonio de Turcios”.

Poco después Juan de Jasso, alias “El Viejo”, es beneficiado con una mercedpara el establecimiento de una estancia que se extendía hasta la sierra. También fueron beneficiados Pedro Muñoz “Maese de Roa” y Hernán Sánchez Mancera que recibieron sitios para estancias próximas al río Guanajuato.

Sobre el descubrimiento de las primeras minas existen múltiples versiones, una nos dice que es posible que alguno de los primeros estancieros pudo haber obligado a los naturales a revelar la ubicación de los yacimientos. Una más nos dice que ese descubrimiento fue un acto circunstancial que ha sido descrito, de manera magistral, por el presbítero Lucio Marmolejo en sus “Efemérides guanajuatenses o datos para formar la historia de la ciudad de Guanajuato”

1548.

“Caminaban unos arrieros de México para las minas de Zacatecas, que muy poco tiempo antes habían sido descubiertas y comenzadas a trabajar; e hicieron alto, no lejos del cerro del Cubilete, en un lugar comprendido hoy en las pertenencias de la mina de la Luz, con objeto de tomar allí descanso y alimento: encendieron fuego, y en derredor pusieron algunas piedras para colocar encima los comestibles que se proponían preparar, encontrando al tomarlas que contenían una no despreciable ley de plata: sorprendidos con tal acontecimiento, cavaron un poco el terreno donde estaban las piedras, y hallaron que por allí pasaba una veta que prometía los más pingües productos a los que se dedicaran a su laborío. Participaron su descubrimiento a unos españoles aventureros que deseaban trabajar minas; y, unos y otros de acuerdo, pusieron a la veta el nombre de S. Bernabé, y la denunciaron en Yuririapúndaro, que era el pueblo más cercano donde había oficio público y registro de minas e hipotecas”.

Es muy probable que ese mismo año en que se descubrió la primera veta de plata en los contornos de la aldea tarasca de Quanaxhuato se hallan construido algunas pequeñas casas para albergue de quienes se dedicaban a la exploración de los criaderos argéntiferos. La fama de sus riquezas y las continuas especulaciones, que con tan buen éxito se hicieron en aquella remota época, contribuyeron sobremanera al fomento de la minería en esta parte de nuestro suelo.

Luego del descubrimiento de las minas de Guanajuato siguieron los de otros importantes yacimientos: Mazapil, Charcas, Durango, Santa Bárbara, Parral, Álamos y otros que en muchos casos, como el nuestro, propiciaron la fundación de nuevas poblaciones.

De acuerdo con lo que refirió el ingeniero Francisco Antúnez Echegaray, el casual descubrimiento de la primera veta argentífera en territorio guanajuatense ocurrió el 11 de junio de 1548.

Los descubrimientos motivaron la codicia, ese afán excesivo de poseer riquezas que provocó el arribo de cientos de aventureros que peinaron la sierra y todas las montañas buscando riqueza. La fiebre de la plata nos había alcanzado.

Con ellos llegaron también los traficantes de indios tarascos, otomíes, mexicanos, tlaxcaltecas y mazahuas y de negros para destinarlos a las labores más pesadas y con tratos crueles y despiadados. La ambición, el espiritu aventurero y el trabajo, sobre todo el trabajo, fueron los cimientos de la grandeza de nuestro Guanajuato.

Por Juan Ma J